Text by Roger Alan Koza (FICUNAM Mexico) – english and español

A filmic philosophical essay often poses a challenge: how to film an idea? Often, talking about a particular matter is confused with materializing it in front of the camera. That’s why Philipp Hartman uses no intellectual stars to explain the philosophical dimension of time and rather attempts to present some sort of phenomenology of time through his camera and his own immediate experience. The method he chooses is to collect costumes and experiences without forgetting cinema itself is defined by capturing time, which is enounced in a brilliant way at minute 37.

It is only logical that Hartmann —medically diagnosed with chronophobia— is worried about the passage of time. Previously, in a beautiful shot of a former film of his, it could be read on an abandoned train engine: “The only thing that passes here is time”. Back in that same location, Hartmann finds out rain erased the writing. In Spanish, the word ‘tiempo’ (time) is also used to indicate ‘weather’. The examples he chooses are noticeable and recognizable: the measurement of time in terms of physics at a specialized institute showing an error of a second every 18 months due to the rotation of the Earth; a film professor and his method for not filming “false time;” the relation of time with universal pedagogy; the confrontation of time as a measure for the fulfilling of yearnings, among other things. Hartmann also allows himself to film a playful and comic time travel along an old professor (unsurprisingly, the edition of this sequence shows them in fast motion). And the panoramic images of a salt mine in Bolivia are very compelling to think about the relation of time and space.

Hartmann proposes a 76-minute film in which each minute stands for a year of his life. This obsessive rule is invoked in the last 4 “years” of his life (and of the film). A cable-car journey codes in its own duration the secret of a perdurable shot. A poetic emancipation by a young filmmaker: a life plan finding its right frame.

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El ensayo filosófico en el cine suele presentar un desafío: ¿cómo filmar una idea? A menudo se confunde hablar sobre un concepto con materializarlo frente a una cámara. Es por eso que Philipp Hartmann no convoca a estrellas del pensamiento para explicar la dimensión filosófica del tiempo sino que más bien intenta una especie de fenomenología del tiempo a través de su cámara y su propia experiencia inmediata. El método elegido: coleccionar diversos usos y experiencias sin olvidar que el cine mismo se define en cierta medida por la captura del tiempo, algo que a los 37 minutos se enunciará de un modo genial.

Es lógico que Hartmann, diagnosticado médicamente como un cronofóbico, esté preocupado por el paso del tiempo. Ya en un bellísimo plano de un filme anterior suyo se podía leer en una locomotora abandonada: “Lo único que pasa aquí es tiempo”. De regreso a la misma locación, Hartmann descubre que la lluvia ha borrado la inscripción. En español, el término ‚tiempo‘ también implica clima. Los casos elegidos son notables y reconocibles: la medición del tiempo físico en un instituto especializado que revela una falla de un segundo cada 18 meses vinculada a la rotación de la Tierra; un profesor de cine y su método para no filmar el “tiempo falso”; la relación del tiempo con la pedagogía universal; la confrontación del tiempo como medida del cumplimiento de los deseos, entre otros. Hartmann tampoco se priva de filmar un viaje en el tiempo, tan lúdico como humorístico, junto a un viejo profesor (no es extraño que el montaje de la secuencia esté acelerado). Y si se trata de pensar la relación del tiempo con el espacio las panorámicas de una salina en Bolivia son contundentes.

Hartmann se propone un filme de 76 minutos en el que cada minuto cuenta por un año de su vida. Esta regla obsesiva se conjura en los últimos 4 “años” de su vida (y del filme). Un viaje en teleférico parece descifrar en su propia duración el secreto de la perdurabilidad de un plano. Emancipación poética de un joven cineasta: un plan de vida encuentra su plano justo.