En “El tiempo pasa como un rugido de león” (Die Zeit vergeht wie ein brüllender Löwe) el cronofóbico director Philipp Hartmann quisiera permanecer estático, pues se ha dado cuenta que a sus 38 años habrá llegado a la mitad del promedio estimado de vida de un alemán, por lo cual el tiempo le empieza a hacer mella. Contado como un documental que reflexiona sobre el paso del tiempo en el hombre común, el magnífico inicio es lúcido, poético, conflictivo, como si se hablara de un lugar donde el tiempo no pasa, aunque se nos indique lo contrario: “aquí sólo pasa el tiempo”.
A los 17 minutos el director confiesa su temor, le interesa filmar y hablar del tiempo porque cree que el suyo está ya en su segunda vuelta. Lo que comienza como documental poético se transforma justo en dicha marca de los 17 minutos en un documental mucho más convencional y redundante que regresa y regresa hacia las mismas reflexiones. El problema con “El tiempo pasa como un rugido de león” es que no quiere avanzar, por lo que su repetición temática termina agotando un poco. Aún así, las reflexiones no dejan de ser disfrutables y goza de grandes personajes: la anciana con Alzheimer y su diario, Lukas el apostador, la viuda argentina que se casó con un relojero. Y también de pequeños hermosos relatos: los terroristas temporalifóbicos, el asesino que quiso vencer al tiempo, la era azteca contrastada con las edades de los jóvenes en Alemania. A Hartmann le hace falta más rigor y vigor, pero eso es algo que se aprende con el tiempo, le quedan 38 años para aprender a balancear mejor sus películas.
(Abraham Sanchez en: http://cineopsis.com/?p=40869 )